miércoles, 1 de abril de 2009

Y Dios Castigó a la Rata Infecta. Cuarta Parte (Bubi 4:1-3).

En Capítulos Anteriores…



(Bubi 1:1-2).


[Dios se lo piensa bien y castiga a la Rata Infecta con una dislocación de mandíbula en lugar de cerrarle el blog después de decir todo lo que ha dicho sobre Él. Parece ser que el Altísimo ha decidido obviar los comentarios sobre Ratzinger. ¿Será porque ni Él mismo lo aguanta?].


(Bubi 2:1-2).


[Dios decide enviar la undécima plaga sobre Bubilandia para reventar la manifa fachorra antiabortista. Dicha plaga es peor de lo que la Rata Infecta esperaba. Anselmo vuelve a pisar Bubilandia más tocahuevos que nunca].

(Bubi 3:1-2).

[La lucha de la Rata Infecta contra el mal se ve ensombrecida y deslucida por la acción de un taxista egoísta que debería haber nacido sordo].


- Te di el poder para enfrentarte al Mal, Rata Infecta –me decía Dios mientras se fumaba un soberano purazo delante de mis infectos hocicos.
- Soy débil, Señor, lo sé. No supe calibrar mis fuerzas y Anselmo me venció con su dialéctica aburrida y absurda.
- Tuviste la oportunidad de deshacerte de él varias veces abandonándole a su suerte…
- Lo sé, Dios, pero me dio penita. Era como abandonar a un perro. Instintivamente pensé en esa campaña publicitaria y me dije: ‘Él no lo haría’. Aunque no estoy del todo segura, Señor.
- También le salvaste la vida. Podrías haber dejado que aquel coche lo aplastara sin compasión.
- Lo sé, Señor.
- Fuiste débil y compasiva. No creé al Hombre para ese tipo de emociones. Lo cree para matar a su semejante en mi nombre.
- Pero, Señor. Es que yo soy una Rata. R-A-T-A. Además, pensé en el pobre bakaluta que lo conducía y me imaginé su cara de asco cuando tuviera que limpiar los sesos de Anselmo de las ruedas con una espátula…
- ¿Sesos? –Me interrumpió Dios exhalando el humo de su habano y levantando una ceja- ¿Qué sesos?
- Bueno, Señor, quien dice sesos dice vísceras en general. Ambos sabemos que el pobre Anselmo tiene la cabeza hueca…
Dios se puso en pie y comenzó a pasearse por mi salón de la forma en que ya había empezado a acostumbrarme.
- No fue culpa mía –comenzó a excusarse-, era el último en el reparto de cerebros y no pude hacer mucho por él. Para evitar reclamaciones posteriores le rellené la cabeza con bechamel y le dejé una notita en el bolsillo en la que se leía: ‘Te debo un cerebro. Fdo.: Dios’. Lamentablemente, creo que nunca supo descifrar el mensaje.
- ¿Por qué no le contaste la verdad? ¿No crees que la merecía?
- ¿Y evitarnos el buen rato de leer sus payasadas en el blog? ¡Qué coño!
Dios se echó a reír (lo juro. Sólo se rió Él. Palabrita del Niño Jesús).
- En fin, he leído su versión de los hechos y no sé qué creer.
- Lo mejor es que no creas nada, Dios. Es todo mentira.
- ¿Nunca dijiste de él que tuviera pezuñas de ungulado?
- No, Señor.
- ¿Ni le llamaste tocino?
- No, Señor.
- ¿Oligofrénico de Mierda?
-
- Ya veo… ¿Y abuelo de los cojones?
-
- ¿Capullo?
-
- En fin, veo que la penitencia será larga y dura…
- ¿… como la vida, tócame la vida? –Pregunté con una sonrisa de oreja a oreja.
Dios me ignoró por completo.
(¡Mkgonlaputa! Todo Dios se ríe de mí, pero Dios no se ríe conmigo).
Se hizo un incómodo silencio entre ambos. A mí no me apetecía quedar como la mala de la película, así que me decidí a hablar:
- Él me llamó cucaracha asquerosa. Y anormal. E Hipoglúcida. Y vigoréxica hormonada, e imbécil…
- ¡Y tú le llamaste calzonazos…! –me espetó Dios.
- ¡… Sí, pero jamás le dije que pareciera una cometa. Yo siempre le he dicho que tiene los calzones tan grandes que puede hacer parapente con ellos…!
- ¡NO ME REPLIQUES, RATA!
(Mierda, otra vez el suelo temblando como una hoja. Me pareció ver hasta relámpagos en mi propio salón).
- ¿No tienes nada más que añadir? –Me preguntó Dios más calmado.
- Sí… -murmuré.
- ¿El qué?
- Que él me llama Rata Infecta.
- ¿Acaso no eres la Rata Infecta?
- Ese es el nombre de mi blog, en realidad me llamo…
¡RING!

- ¡Espera! –Dijo Dios-, que me llaman al móvil.
Dios descolgó su teléfono y se desplazó como si flotara a otra habitación. Al cabo de unos minutos entró de nuevo y dijo:
- El Benedicto de los cojones ha vuelto a armarla y tengo que marcharme. El muy incompetente se niega a repartir condones y ha condenado a los africanos a una muerte agónica. Me llama San Pedro para decirme que cree que no tenemos suficientes liras para todos. Será mejor que me marche. Ya seguiremos hablando en otra ocasión.
Y Dios se marchó de mi humilde cloaca. Dejándome un pestazo a puro de tres pares de cojones. Divinos, sí, pero cojones a fin de cuentas.


¡Aló, mom puturrús de foie!

Much@s de vosotr@s habéis leído la entrada que el sinvergü… amigo (eso, eso, amigo, que queda mejor), Anselmo ha hecho de este fin de semana. Ante todo, quiero decir que sus ha mentido a tod@s. Que sus lo habéis creído. Que sus ha engañado como a chin@s.
¿Por qué? Porque le di a elegir entre Ávila o Toledo. Y eso no lo ha contado, ¡el muy cretino!
¿Aún así pensáis creéroslo todo? ¡Bufffffffff!
¿La foto que ha colgado en su blog?, ni siquiera es de Toledo. Es un farsante. Os lo digo yo, que lo conozco…
Evidentemente también se ha callado la parte de porqué llegué tarde (avisando, claro, el día anterior). Pero se la ha callado. ¿No tienes nada que decir sobre eso, Anselmi? ¿Eh?, ¿eh?, ¿eh?
En fin, sigamos con el capítulo dos, que se me llevan los demonios :-@

Anselmo no ha contado lo que le gusta clavar sus deditos chistorreros en lorzas ajenas cuando una servidora va conduciendo. Eso también se lo ha callado como una p*t4… digo, como una mujer de la vida alegre. ¿Por qué? Los nutricionistas estarán pensando que quería medir la cantidad de grasa que tengo en el brazo derecho. Pero, a decir verdad, lo único que acabó midiendo fue mi puño, que lo hundí hasta el codo en su boca. El pobre Anselmo engordó este fin de semana por comerse los dientes. Tengo entendido que va a estar cagándolos seis meses :-D


Llegamos a Toledo en mi humilde utilitario (del que cuelgo otra foto en el que se le ve mejor), y lo primero que hicimos fue buscar una oficina de información para pedir un mapa. ¡Craso error! Anselmo no sabe leer mapas. De hecho, dudo que sepa leer.
(Un secreto que os cuento: Me da a mí que el blog, en realidad, lo escribe Anselmochucho).
Dimos más vueltas que un tonto (que dos), y siempre acabábamos en calles llamadas ‘Aseguradas Incendios’ o ‘Entrada Accesoria’. ¿Cuántas calles hay en Toledo que se llamen así? Supongo que será el equivalente a la cantidad de pueblos en España que se llaman ‘Cambio de Sentido’.
Nos acercamos a la Catedral. Íbamos a entrar, pero el precio nos echó para atrás. ¡7 lauros! ¡¡¡¡¡SIETE!!!!! (Por el culo te la mete).
¿Para qué quieren cobrar siete lauros por la entrada a una Catedral? ¡Si los curas no los gastan en condones! Bueno, quizás en condones no, pero en putas…
Nos asomamos hasta una pequeña capilla de la catedral, fue cuando Anselmo dijo a voz en grito:
- No es que la masturbación te deje ciego. ¡Es que en las Catedrales hay tan poca luz que casi no se ve!
Evidentemente, acabamos en la calle con una patada en el culo cada uno.

Mañana continuaré con la tercera parte (si no tengo que rebatir el punto de vista de ‘aquímiprimo’).

¡Un beso, mom petits de sussue!